Basta del país portátil

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Por: Eduardo Sánchez


No existe línea recta en los procesos históricos, tampoco es un antídoto cometer errores para después no volverlos a repetir, la historia mundial está plagada de ejemplos, de cómo los clichés y medias verdades al final no estandarizan a ningún país, particularmente en nuestra región es impresionante ver, sentir y sufrir en carne propia, como de manera cíclica, volvemos a pisar el terreno que juramos nunca más volver, cambian si acaso los actores, las tecnologías y las formas, pero los resultados finales son los mismos.

Venezuela no es la excepción, frente a nuestras recurrentes crisis a lo largo de los años, parecemos regresar hacia pantanos ya vividos, lo urgente siempre termina comiéndose a lo prioritario y continuamente dejamos para después, el tomar acciones que impliquen, en serio construir y visualizar un país para los próximos 100 años, a lo sumo nos quedamos en un tráiler de las más cercanas elecciones, en lugar de edificar un sistema de transporte pensando en futuras generaciones, asumimos a un autobús y a un vagón como la “gran solución”. 

Hemos sido hijos de la inmediatez, del “ahora hay cosas más urgentes”, de la excusa de las necesidades sentidas, frente a las acciones necesarias para afrontar de raíz los problemas, los tiempos políticos han copado la agenda, los tiempos sociales han quedado para el análisis y el conformismo de quienes lo padecen.

La historia sin fin de este ensayo y error nos ha costado tener un país de parches, una nación que volvió a sucumbir frente al nuevo mesías hace ya más de 18 años, en lugar de escoger a quien ofrecía una posibilidad de cambio real, que incluso exhibía una envidiable gestión como primer Gobernador elegido en Carabobo de manera directa, nos fuimos por la freidor de adecos y copeyanos, por el vengador de los desposeídos, por el gendarme necesario, dizque para arreglar con orden y fuerza militar al país, el costo de esta última aventura portátil ha sido desolador y profundamente destructiva.

Estamos parados frente a nuevas encrucijadas, las decisiones que tomemos en el futuro inmediato, nos ubicara si continuamos con la misma canción o si por el contrario intentamos hacer algo diferente, lamentablemente quienes de alguna manera u otra están convencidos de que los actuales caminos políticos no nos llevaran hacia cambios sustanciales, sucumben, de nuevo, frente al chantaje de agarrar aunque sea falló. Se pliegan a la caravana política que nos ha llevado hasta donde estamos, no hay visión de país, solo resolución del momento, con la vaga esperanza de que una vez en alguna instancia de poder, desear hacer “algo bueno”, mientras tanto, intentamos sobrevivir y sobrellevar.

Para iniciar una salida de este país portátil debe existir convencimiento total de la necesidad de empezar, de saber que en lo absoluto va a ser muy popular muchas de las cosas que hay que hacer, pero que tampoco va a resultar peor que toda esta destrucción actual, es procurar entonces, convencer a las grandes mayorías del futuro que aspiramos, donde la esperanza no sea solo un jingle que funciona bien cuando suena la música, pero que se muere cuando la realidad la toca.

Desde esta tribuna hemos mantenido una lucha sin descanso por un Acuerdo Nacional de largo aliento, que involucre a una inmensa mayoría de venezolanos convencidos de la necesidad de sentar las bases, que nos permitan ir avanzando hacia el país que queremos, que soñamos y que debemos construir de ladrillo en ladrillo, basta ya de intereses mezquinos que solo aspiran salvar el trasero de algunos, o cambiamos o esta historia tendrá nuevos capítulos de fracasos, medias notas positivas y más cuentos de más de lo mismo.

Talento, preparación, temple y ganas nos sobra, adecuar los tiempos de los partidos a un proyecto incluyente, viable y real es posible, cada quien es libre de aspirar y de tener ideas diferentes, pero debemos dialogar entre demócratas para levantar un país, que definitivamente merece una mejor posibilidad de convertirse en una nación y no en retazos, del remix, de una película de un drama sin final.
      

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