Por: Roberto Valenzuela
La reglamentación y controles fronterizos no puede ser la fiebre de un momento o medidas apresuradas por presiones de organismos internacionales, que acusan al país de limpieza étnica, de comer haitianos y tener hornos para la cremación de ilegales. Algunas son fábulas, otras, como la violación de los Derechos Humanos, discriminación, corrupción en la frontera de mafias militares y civiles, trata de personas, pago de salarios míseros, son verídicas.
Hay que pensar con cabeza fría. No se pueden buscar culpables fuera del país. Los responsables de que no exista la frontera y que las principales ciudades estén atiborradas de haitianos son los propios dominicanos.
Es un error satanizar el alcalde de New York, Bill De Blasio, o cualquier organismo internacional. Durante décadas hemos vivido sin reglas, haciéndonos los tontos, a pesar que todos sabemos que no hay controles en la frontera. Lloramos desconsoladamente lo que nunca hemos defendido y resuelto con dignidad. Sabemos que humanamente es imposible regularizar todos los ilegales en dos o tres días, pero se hace la bulla; y dizque los jefes militares controlarán la frontera con “la operación escudo”.
Los mismos oficiales que se benefician del desorden en la frontera. Antes se decía: “Mándalo a matar mosquitos para la frontera”, en referencia a que era un castigo enviar un militar a esa zona. Ahora es un premio: Llegan pobres y salen ricos. Y el país se queja de campaña en su contra.
Se cree falsamente que De Blasio y demás defensores de los haitianos no saben que el principal empleador de los ilegales es el gobierno; y que han sido fuente de riqueza de empresarios dominicanos, dueños de ingenios donde viven en condición de semiesclavitud. Saben que si los haitianos abarrotan las ciudades dominicanas es porque los militares y civiles corruptos les cobran peajes para dejarlos entrar.
Es inhumano, una burla indignante que los mismos militares y agentes de migración que negocian con tráfico de haitianos en la frontera después improvisen un “plan de regularización” y deportan a patadas, empujones a los mismos ilegales que les han cobrado peajes para dejarlos cruzar.
La consigna debe ser: ¡Queremos libre tránsito entre Haití y República Dominicana, pero sin corrupción y reglas claras! Sin hipocresía, ni violación de los Derechos Humanos de los inmigrantes, que han sido el soporte de la economía dominicana. Sin ellos se paraliza el sector construcción: Las escuelas que construye el gobierno, cárceles, hospitales, presas, acueductos, calles, carreteras, torres, elevados y la II Línea del famoso Metro de Santo Domingo.
Nada más falso que decir que las naciones desarrolladas deben acudir en auxilio de Haití, pero la única que se aprovecha de la mano de obra ilegal barata es República Dominicana y nadie más. ¿Debe venir Canadá, Estados Unidos, Francia a controlar la frontera? No. Un país es como nuestra propia casa, donde debemos poner orden, no nuestros vecinos. Mientras el gobierno de Danilo Medina no organice la frontera y elimine la corrupción no tiene morar para pedir ayuda internacional o defenderse de los ataques.
La entrega de documentos debe ser permanente y los empresarios tienen que colaborar. Hay que establecer módulos para la regularización en los bateyes, obras en construcción y lugares donde se concentran los ilegales.
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